Una hacienda colonial digna de ser visitada
Una sensación de tranquilidad y complacencia nos llena al descubrir cada uno de sus aposentos. Sus detalles, espacios abiertos y compenetración con el ambiente natural convierten a esta propiedad en algo realmente fascinante.
Balance, buen gusto, perseverancia y muchos detalles son una síntesis que sirve de guía para iniciar la descripción de una maravillosa casona de estilo colonial enclavada en un área montañosa ubicada muy cerca de Sorá. Para llegar a nuestro destino, la “Hacienda Loma Linda”, tomamos una carretera rural que brinda un paisaje diferente, donde enormes rocas se proyectan como gigantes entre la tupida vegetación tropical. Pero este panorama agreste se transforma rápidamente una vez nos adentramos en la propiedad. De manera casi mágica nos trasladamos a un ambiente donde reina la paz, la tranquilidad y el orden.
Dejamos los viveros y nos dirigimos a la casa familiar
Impactante nos parece la entrada principal, formada por dos grandes portones de madera rústica, un impresionante trabajo de herrería y amplios ventanales que nos permiten ir imaginando la maravilla que estamos por descubrir.
Los pisos del patio interno están revestidos en ladrillos, a algunos de los cuales les fueron astillados sus bordes y les fue aplicada una pátina para procurar la impresión de ser muy viejos. Grandes corredores soportados por columnas y arcos revestidos en piedras avejentadas y martelinadas nos dirigen a los diferentes aposentos.
Otros apelativos conferidos a las habitaciones son “La Penitencia”, llamada así por los muchos colores de la sobrecama que la adorna, y “El Monasterio”, desde donde se escucha el relajante correr del agua de un pozo artesanal instalado muy cerca de la ventana. Santos y figuras religiosas decoran esta última habitación. En un desnivel inferior se encuentra “El Claustro”. En esta planta igualmente encontramos “El E-Den” que, a diferencia del corredor perimetral y todos los cuartos, tiene los pisos revestidos en una muy bien lustrada madera. Varias alfombras de vibrantes colores ofrecen un toque especial, mientras que cómodos sillones de cuero invitan a los visitantes a recostarse y disfrutar de la tranquilidad reinante mientras son deleitados con hermosa música.
La amplia terraza está a continuación del “E-Den” y también permite apreciar una vista maravillosa que llega hasta el mar. En las noches el espectáculo de las luces es magnífico, nos comentan. Sumamente llamativas son las gruesas columnas de mangle verrugoso, por sus formas sinuosas y grandes protuberancias. Hamacas guatemaltecas de vivos colores naranja y amarillo alegran el ambiente. Como un gran espejo de agua podríamos definir la refrescante piscina que se aprecia desde la terraza.
“La Tentación” parece ser un nombre muy apropiado para definir a la cocina. Cabe resaltar que la anfitriona es una excelente cocinera y aquí se producen todas las delicias que tientan a los mortales que los visitan. En este recinto predominan los azules y los pisos están revestidos de cerámica.
Una escalera revestida en cerámicas típicamente españolas nos lleva al piso alto. Desde la galería que nos recibe podemos extasiarnos con una vista al encantador patio interno. En este piso encontramos dos recámaras cuyos nombres también son divertidos: “El Paraíso” es de vibrantes colores amarillos y verdes, y “El Purgatorio”, acabado en tonos naranjas. Ambas estancias gozan de una maravillosa vista.
*Vickie de Dahlgren es diseñadora de interiores
Fotos: Silvia Grunhut, Space 67.