Historias que la naturaleza quiere contar

Pero hay secretos que la naturaleza todavía guarda y que también está dispuesta a revelar. Y, si se lo permiten, también le gustaría hacer un trato: si el ser humano la cuida, ella le aportará beneficios y prosperidad.
Escuchar a la naturaleza y transmitir sus mensajes es un trabajo que exige establecer estrategias bien definidas. Estrategias que van acompañadas de un lenguaje compuesto por palabras llenas de vida como biodiversidad, ecosistemas, especies, genes, que no a todo el mundo le interesa aprender, ni siquiera entender.
“La naturaleza no le interesa a todo el mundo. Por eso los productos de comunicación relacionados con la protección ambiental deben llevar un ingrediente primordial: ser necesariamente entretenidos para poder plantarle trincheras a esa cultura horrible del talk show”, dice Alejandro Balaguer, uno de esos periodistas que se ha pasado gran parte de su carrera sirviendo de mediador entre el lenguaje humano y el de la vida natural.
En Perú, Balaguer es el director de la Asociación Andes y Mares, una organización periodística que difunde criterios de conservación de la naturaleza, de turismo sostenible, y de rescate y difusión del patrimonio cultural.
Su trabajo como divulgador de temas ambientales y científicos lo trajo a Panamá en el mes de julio del año pasado. Aquí encontró suficientes razones para pasar 20 días del mes en Panamá y apenas los otros 10 en Perú. Y así, desde septiembre es el director editorial de la Fundación Albatros Media, una empresa que él llama la “hermana” de Andes y Mares, porque su objetivo es convertirse en una plataforma que ayude a los panameños a valorar sus recursos naturales.
Estrategias de guerra
En Panamá, Alejandro Balaguer tuvo un estreno de lujo: el Parque Nacional Coiba. “Llegué a Panamá y enseguida me fui para Coiba, como si fuera un preso”, ríe Balaguer. Para entonces se empezaba a discutir en el pleno de la Asamblea Legislativa la ley que debe proteger el parque. Un grupo de científicos e investigadores, que conocían el trabajo de Balaguer en Perú, lo invitaron a Panamá para que pusiera en práctica sus estrategias de comunicación a favor de la conservación de la que se ha convertido en la más controversial de las áreas protegidas.
En sus aguas, el parque alberga 1,700 hectáreas de arrecifes coralinos y comunidades de coral, lo que constituye la mayor extensión de arrecifes coralinos continentales del Pacífico oriental. Además, en los mares de Coiba han establecido su hábitat ballenas jorobadas, orcas y diversas especies de delfines, y es un semillero de peces como el dorado y el atún.
Balaguer tenía muy claro de qué forma iba a utilizar toda esta información. “Hace unos años desarrollé una fórmula para, a través de una serie de productos periodísticos, crear una campaña de prensa donde aplicamos la dinámica de cobertura de un enfrentamiento armado a una expedición con fines científicos e investigativos”, cuenta el periodista.
En otras palabras, en vez de filmar y documentar a militares y desplazados de una guerra, filman sus propias aventuras en los lugares que recorren y recogen las opiniones de los pescadores, científicos, indígenas y de todo aquel que de alguna manera tenga una opinión o se vea afectado por esa continua controversia que se produce entre el hombre y la naturaleza.
De las expediciones a Coiba salieron tres documentales de tres a cinco minutos que ya se han transmitido por una
Balaguer y su equipo, compuesto únicamente por cinco personas, cogieron a los delfines en brazos y se metieron con ellos en el agua, en un intento por reanimarlos. “Era como cargar a un ser humano”, dice Kevan Mantell, buzo profesional y gran conocedor de las profundidades marinas de Coiba, quien trabaja como productor de campo en el equipo de Albatros.
Además de estos cortometrajes, el plan es desarrollar una serie de seis documentales de 30 minutos cada uno, también para televisión, que recibirán el nombre de “Bitácora” y que se realizarán en forma de un diario de viaje durante las expediciones a áreas naturales.
La Fundación Albatros Media también distribuye material periodístico de forma gratuita a un periódico local y, a través de una radio de cobertura nacional, transmiten en directo desde lugares alejados gracias a la ayuda de teléfonos satelitales, como si se tratara de una agencia de noticias pero para la naturaleza.
Pero ahí no queda todo. Existe un proyecto de un libro que se llamará “Panamá desde el aire” y que recogerá las fotografías que Balaguer ha tomado en diversos lugares desde un avión. Igualmente, se publicará un libro para niños de fauna panameña que incluirá animales como las águilas arpías, los monos cariblancos, las guacamayas, ballenas, cocodrilos y caimanes.
“Al mostrar las bellezas naturales y acompañarlas con algunos mensajes tratamos de ir creando un sentido de pertenencia en la gente, que digan esto es mío”, explica Balaguer. Albatros se sostiene con recursos propios que le permiten invertir en productos que dentro de tres años podrían ayudar a sostener la empresa. También cuentan con el apoyo de empresas privadas que empiezan a creer que invertir en la conservación y en la educación es una forma de responsabilidad social.
Cocodrilos que practican surf
Panamá parece tener lo suficientemente maravillado a Balaguer como para entretenerlo por lo menos durante los próximos dos años, después de los cuales la estrategia de comunicación será dirigida también al resto de los países de Centroamérica.
“Para mí, Panamá ha sido una sorpresa”, reconoce Balaguer. “En los últimos 20 años, en mi casa no me han visto la cara porque he estado recorriendo los cinco continentes, desarrollando un montón de proyectos, y pensé que ya nada me asombraba. Sin embargo, la imagen que tiene cualquier extranjero de Panamá proviene de un vacío de información que lo llena únicamente el Canal de Panamá. Esa percepción cambia cuando llegas aquí y tienes la suerte de ver ese Panamá profundo que no se muestra: Río Caimito, donde hay unos bosques primarios increíbles; San Blas, Darién, todo el Archipiélago de las Perlas, donde en un solo día vimos hasta 15 tiburones ballena de casi 20 metros; y Coiba, en cuyas playas vírgenes he visto cocodrilos corriendo olas como si fueran surfers”.
De acuerdo con Balaguer, la investigación científica y la educación ambiental que se va a desarrollar tiene que ver directamente con el desarrollo de las comunidades locales, porque el turismo sostenible de bajo impacto que se genera alrededor de actividades dentro de áreas protegidas produce millones de dólares.
Sin salir del continente, sólo Costa Rica genera ocho millones de dólares al año en recursos derivados del buceo en la Isla de Cocos, donde llegan personas de todo el mundo dispuestas a pagar mucho dinero por ver tiburones y ballenas. Y las islas Galápagos recaudan para Ecuador 200 millones de dólares anuales en ecoturismo.
“Para un buzo, ver un tiburón ballena es como para un escalador llegar a la punta del Everest”, asegura el director editorial de Albatros. Y, para la naturaleza, saber que alguien está dispuesta a escucharla y transmitir su mensaje, es haber encontrado el modo perfecto para dar a conocer esas historias que quiere contar.
Fotos cortesía de Alejandro Balaguer, Fundación Albatros Media.