Manejando el estrés
Cada día, se hace más común oír esa palabrita: estrés. No hay duda, cada día nos enfrentamos a nuevas presiones: en el trabajo, en el hogar, en nuestra vida social. Nos sentimos cansados, irritables, sin tiempo para manejar tantas cosas.
El uso del término estrés se ha popularizado en estos últimos años. De manera simple, el estrés es “una respuesta corporal ante cualquier demanda que se le haga al organismo”. Cuando interpretamos un evento como peligroso o amenazante, el organismo se prepara para una respuesta de “enfrentamiento o huida”, a través de cambios fisiológicos (aumento de la frecuencia cardiaca, de la irrigación sanguínea hacia los músculos, pulmones, riñones, hígado y el cerebro, sudoración, sequedad de boca, etc.). Este mecanismo es el que nos ha permitido sobrevivir a lo largo de nuestra evolución. Sin embargo, muchas veces la respuesta fisiológica no va de acuerdo a la situación que enfrentamos.
Si estamos en medio de un incendio, si alguien nos ataca o si un vehículo está a punto de atropellarnos, esta respuesta es útil; pero la mayoría de los estresores a los cuales nos enfrentamos hoy en día no son del tipo contra los que podemos enfrentarnos físicamente o huir. Cuando el estado de alerta se mantiene y la energía no se utiliza, la fatiga resultante puede ocasionar diferentes problemas de salud como ansiedad, dolores de cabeza, agotamiento, problemas cardiacos, alteraciones del sueño, del apetito, úlceras, problemas de piel, disfunción sexual y depresión, entre otras.
Algunos “tips” para manejar el estrés:
1. El primer paso es aprender a reconocer cuando nos sentimos estresados. Las señales incluyen tensión en los hombros, cuello, manos, irritabilidad, cansancio y preocupación, entre otros.
- Evitar situaciones que me generan estrés. Por ejemplo, salir media hora más temprano para evitar el tranque en las mañanas.
- Evaluar nuestra manera de percibir las situaciones. Muchas veces nosotros mismos interpretamos los retos de la vida diaria y los cambios como grandes problemas. Si bien es cierto que hay muchas cosas que no podemos controlar (el clima, la inminente fusión de la compañía, etc.) hay cosas, como nuestra actitud mental, que sí podemos cambiar. La actitud se basa en nuestros pensamientos y, si cambiamos nuestros pensamientos, cambiaremos nuestra manera de ver las situaciones. Muchas veces exigimos demasiado de nosotros mismos, somos rígidos, o exigimos que las cosas sean como queremos. Estas exigencias generan demandas a las que nuestro organismo tiene que responder. Podemos sustituir esos pensamientos demandantes por pensamientos más reales y funcionales (que nos sirvan para lograr nuestros objetivos). Igualmente importante es extraer lo positivo de los sucesos negativos y ver los contratiempos como desafíos que nos permiten crecer.
- Establecer prioridades. Hay que revisar nuestra escala de valores. Focalizar los objetivos tomando en cuenta lo que realmente es importante y manejable. Hacer lo que hay que hacer y aprender a decir NO a los compromisos que no se pueden cumplir. Dividir las tareas grandes en pequeños pasos.
- Delegar funciones. Utilizar los recursos de la mejor forma. Esto implica también aprender a medir nuestras limitaciones, capacidades y fortalezas, y hacer el mejor uso de ellas.
- Dedicarse tiempo. Leer, ir al cine, escuchar música, realizar actividades que nos gustan y que no tengan ninguna relación con las obligaciones habituales. Tomar vacaciones (aunque sea sólo unos días) y dormir las siete u ocho horas recomendadas, según las necesidades.
- Mejorar las relaciones con los demás. Si es necesario, aprender técnicas de comunicación para expresar mejor los puntos de vista y mejorar las relaciones interpersonales.
- Pedir ayuda cuando se necesite. Pedir ayuda no es un signo de debilidad, todo lo contrario, demuestra una alta autoestima y da reconocimiento a la otra persona.
Hacer ejercicio. El ejercicio es una forma saludable de descargar la energía contenida y la tensión, ayuda a estar en forma y mejora la salud. Recuerde comer saludablemente. Relajación y visualización. La relajación ayuda a aliviar el estado de tensión muscular que ocurre durante el estrés, también nos ayuda a centrarnos, a experimentar una sensación de calma y paz interior. No es difícil: comience estirándose un poco (trate de alcanzar el techo y dóblese lentamente de lado a lado), luego haga círculos con los hombros y lentamente con la cabeza. Colóquese en una posición cómoda, concéntrese y relaje cada músculo, comenzando desde los pies hasta llegar a la cabeza. Respire profundamente, déjese llevar, siga respirando lentamente. Visualícese teniendo éxito en cada una de las áreas de su vida, véase feliz y sereno.
Recuerde que el estrés bien manejado nos ayuda a desarrollar nuevas habilidades y patrones de conducta más efectivos. No podemos vivir sin estrés, pero sí podemos aprender a manejarlo.