Te desafío ¡vive a plenitud!
Disculpándome anticipadamente por mi atrevimiento, quiero hablarte con la misma energía que suelo usar en mis libros Te desafío, sólo con el fin de subir el volumen de estos párrafos y urgirte a reflexionar.
No puedes vivir a plenitud mientras sigas esforzándote por buscar a toda costa tu zona de comodidad. Fuiste creado para la perfección y el progreso. Lo tienes en tu ADN; la información genética de tu clase “ser humano”, paradójicamente se contrapone a la inactividad y el sosiego. Tú quieres (necesitas) ser mejor cada día; pero dedicarse a ello, duele.
Si desarrollas la voluntad de triunfar, hallarás cierto placer en el dolor de la autodisciplina. La autodisciplina es hacer lo que debemos hacer en el momento preciso, sin importar si queremos o no. Los animales no son disciplinados. Ellos se mueven por instinto. Por eso son animales. Las personas como tú y yo funcionamos en niveles superiores. Podemos hacer ejercicio hasta lograr una intensidad punzante; levantar unas pesas en el gimnasio aumentando gradualmente la resistencia hasta gritar; aceptar una charla cara a cara con ese ser querido que nos ha herido, para restaurar una relación; ir al dentista, o someternos operaciones quirúrgicas…
Muchas veces, la plenitud de la vida duele, porque implica autodisciplina. Analiza tu cuerpo. ¿Casi no haces ejercicio porque dices tener una lesión? ¡Espera! Hay gente que sufrió fracturas o daños graves y que todos los días hace dolorosos ejercicios para rehabilitarse. Hay personas en sillas de ruedas que tienen una condición física admirable y que incluso ganan medallas olímpicas. Deja de dar excusas. Si has descuidado tu físico en aras de vivir con comodidad, comprende que eso es lo opuesto a vivir plenamente. Empieza a moverte. ¿Dolerá? Al principio… Para cualquier ser humano sedentario, activar sus enclenques músculos, estirar los huesos y desdoblar sus articulaciones anquilosadas resultará doloroso.
Ahora, analiza tu trabajo. Si lo has descuidado, porque ganas lo mismo haciendo mucho que poco, capta que en lo más profundo de tu ser existe un sentimiento de insatisfacción vital autoimpuesto. Tú no naciste para ser improductivo. ¿Quieres vivir plenamente? Entonces exígete más. Da más. Vuelve a crear. Deja de repetir la rutina que te funcionó hace años. Inventa nuevos procedimientos. Inyecta carácter a todo lo que haces. No seas una copia pirata de ti mismo. Renuévate. ¿Dolerá? Un poco, al principio, también… Pero valdrá la pena. ¡No te conformes con lo que ganas! Mereces mejores ingresos. Lánzate a realizar proyectos más atrevidos. Compromete a la gente que te rodea. Dales una rebanada de tu pastel. ¡Sacúdete las moscas y vuelve a ser líder!
Ahora, revisa tus lazos familiares. ¿Podrían ser mejores? ¿Y qué esperas para convertirte en el elemento de cambio? No aguardes la reacción de otros. Tú eres un catalizador. Haz que las cosas sucedan. Todo podría ir mejor si te esfuerzas en darle a tus seres queridos mayor atención y cuidado. Tu familia es la empresa más importante que tienes. Si está en quiebra es porque has dejado de invertir tu tiempo y autodisciplina en ella.
¿No vives a plenitud porque tu agenda está llenísima? ¿Tienes demasiados compromisos? ¿Hay una persona enferma cerca? ¿Nadie te apoya ni te quiere? ¡Pobre de ti! Que traigan violines y pañuelos para que nos limpiemos las lágrimas.
¿Recuerdas el viejo cuento del águila que nació en un gallinero y al crecer se comportaba como gallina, y se creía gallina? Quizá eso es lo que te ha pasado. Teniendo capacidad de volar y alcanzar alturas insospechadas, te has conformado con vivir en la mediocridad. ¡Pero ya basta! Te desafío a salirte de tu zona de confort y entender que sólo lograrás la plenitud de vida con autodisciplina. No pierdas el tiempo. ¡Déjate de juegos y decídete a actuar!