Taquilla abierta al espacio
Soñar tiene un precio. Pero si usted está dispuesto a pagarlo, decenas de empresas privadas le ofrecen la oportunidad de reservar desde ya su viaje al espacio, y así experimentar en carne propia lo que hasta ahora solo un puñado de personas ha tenido la oportunidad de apreciar.
En la segunda mitad del siglo XX, los gobiernos de los países más competitivos y con mayor poder económico monopolizaban la exploración espacial. Enviar astronautas a la Luna, robots a Marte y sondas de exploración a Júpiter era una tarea que solo las agencias estatales de Estados Unidos, Rusia, China y Europa parecían tomarse en serio. Lo suficientemente en serio como para invertir millones de dólares en el proceso. Pero en los albores del nuevo siglo las cosas empezaron a cambiar. Enterradas las motivaciones políticas que llevaron a su impulso inicial, la conquista del espacio ha dejado de ser un asunto que solo interesa a gobiernos y, hoy en día, se cuentan por decenas las empresas privadas con sueños y objetivos propios.
Desde que Estados Unidos abriera las puertas a la participación privada en la exploración del espacio, mediante una ley aprobada en 1962 que regulaba la puesta en órbita de satélites comerciales de comunicación, la presencia de compañías particulares en el paisaje espacial ha aumentado de manera significativa, especialmente en la última década. Dada la función que los satélites artificiales desempeñan en casi todas las áreas de nuestra vida cotidiana –comunicaciones, meteorología, investigación científica, defensa– resulta bastante lógico que muchas empresas hayan empezado por brindar este servicio a entidades interesadas en poner en órbita sus propios satélites.
En Europa, por ejemplo, S-3 (Swiss Space Systems) tiene el objetivo de convertirse en la empresa que abra las puertas del espacio a países con economías emergentes, institutos de investigación, universidades y negocios. S-3, cuyo lanzamiento oficial se llevó a cabo en marzo de 2013, no pretende ser un líder en innovación, sino utilizar tecnología espacial y vehículos cuya eficiencia ya ha sido probada, lo que permitiría abaratar los costos de llevar satélites pequeños (de hasta 250 kilos) al espacio. En los últimos dos años, la empresa se ha ocupado de forjar alianzas con centros académicos y agencias aeroespaciales de países como España, Estados Unidos, Rusia y Croacia, y su meta es llevar a cabo su primer lanzamiento comercial en el 2018.
A mucha mayor escala y utilizando cohetes y vehículos de diseño y fabricación propia, la empresa estadounidense Space X ya lleva varios años colocando satélites comerciales en órbita. Aunque quizás el logro más interesante de Space X es que en el 2012 se convirtió en la primera compañía privada en anclar un vehículo de carga en la Estación Espacial Internacional, que orbita la Tierra a una altura de entre 350 y 450 kilómetros. Desde entonces, el cohete Falcon 9 ha propulsado en siete ocasiones a la nave espacial Dragon para llevar provisiones y material de apoyo a las investigaciones que realizan los astronautas que trabajan en la estación espacial, todo ello bajo un contrato de 1.6 mil millones de dólares con la NASA.
La nueva experiencia espacial

Los nuevos usuarios de las plataformas de lanzamiento: el cohete Falcon 9 y la nave Dragon de la empresa estadounidense Space X, listos para partir hacia la Estación Espacial Internacional.
Pero poner satélites en órbita y llevar carga es una cosa, y otra muy distinta es transportar astronautas y turistas al espacio. Los niveles de seguridad requeridos se multiplican de manera exponencial cuando el viaje incluye a seres humanos y, con excepción de vuelos de prueba realizados por pilotos experimentados, todavía ninguna compañía privada ha llevado fuera de la atmósfera terrestre a su primer grupo de tripulantes. Pero están en camino de lograrlo.
La NASA, por ejemplo, se ha propuesto terminar en el 2017 su dependencia de Rusia en el transporte de astronautas estadounidenses a la Estación Espacial Internacional –dependencia que empezó tras la jubilación del programa de transbordadores espaciales en el año 2011–, y para ello ha depositado su confianza en dos compañías privadas, Boeing y Space X. Con contratos de 4.2 mil millones y 2.6 mil millones de dólares, respectivamente, Boeing comenzará las pruebas de su aeronave a principios de 2017; mientras que Space X empezó en abril los ensayos de su nave Dragon Crew, una versión adaptada al transporte de tripulantes de la aeronave que ya lleva carga a la Estación Espacial Internacional. Space X y la NASA comparten, además, el muy ambicioso sueño de, algún día, transportar humanos a Marte, aunque la primera no tiene ningún reparo en anunciar que su objetivo final es “permitir a la gente vivir en otros planetas”.
Por su parte, Virgin Galactic se anuncia como “la primera compañía espacial comercial”. Desde su creación en 2004, sus esfuerzos están dirigidos a fabricar vehículos espaciales para turismo e investigación espacial. Su centro de operaciones para viajes con pasajeros, el Spaceport America, se encuentra en el estado de Nuevo México, Estados Unidos.
Si bien Virgin Galactic prometió que el 2009 sería el año del primer vuelo espacial de la compañía, el tiempo y el esfuerzo que requiere garantizar la seguridad de los pasajeros lo ha retrasado una y otra vez. La suerte tampoco ha estado de su lado: el 31 de octubre del año pasado su nave SpaceShipTwo, con capacidad para transportar dos pilotos y seis pasajeros, estalló en el aire durante un viaje de prueba, tras separarse de la nave nodriza que la transportaba. El accidente le costó la vida a uno de los pilotos. La compañía se encuentra ahora en proceso de construir la segunda SpaceShipTwo y espera empezar las pruebas a finales de este año.
Una propuesta distinta al uso de cohetes y naves espaciales la ofrece World View, una empresa con sede en Arizona, Estados Unidos, que vende la experiencia única de ascender 30 kilómetros sobre la superficie de la Tierra, dentro de una cápsula atada a un globo gigantesco. La experiencia no le otorgará al cliente el estatus de astronauta –para ello el viaje tendría que superar los 100 kilómetros de altitud–, pero sí le permitirá disfrutar relajadamente de la vista de la superficie de la Tierra durante más de dos horas. La empresa tiene programado empezar los primeros vuelos en el 2016.
Para que los programas sean sostenibles en el tiempo, y menos costosos a la larga, la mayoría de las empresas están apostando no solo por reciclar tecnología, sino también por la fabricación de vehículos espaciales que sean recuperables y reusables.
Todos podemos ser astronautas

El Spaceport America, sede de operaciones de Virgin Galactic para sus futuros viajes al espacio con pasajeros, fue financiado en gran parte por el estado de Nuevo México, Estados Unidos.
Aunque las compañías privadas venden la idea de que todos podemos ser astronautas, o por lo menos tener una experiencia cercana a ello, lo cierto es que, por el momento, formar parte del proceso de democratización del espacio tiene un costo bastante elevado. La empresa XCOR Aerospace, fundada en 1999 y con sede en California, Estados Unidos, está en la búsqueda de nuevos exploradores espaciales. Reservar cupo en uno de sus programas para futuros astronautas cuesta 100 mil dólares.
Por escapar de la fuerza de gravedad terrestre mientras se flota sin ataduras y observar en primera fila la curvatura de la Tierra y la oscuridad del infinito, Virgin Galactic cobra 250 mil dólares por persona. Y por flotar plácidamente en la atmósfera terrestre, World View pide 75 mil dólares. Aunque estos precios resultan desorbitados para la mayoría de los habitantes de este planeta, pueden considerarse casi ridículos si se comparan con los entre 20 y 40 millones de dólares que los pocos turistas espaciales que se cuentan hasta ahora han pagado a la Agencia Espacial Rusa por visitar la Estación Espacial Internacional.
Hoy por hoy, solo los ricos y famosos se cuentan en las listas de espera para los primeros vuelos comerciales al espacio; mientras que los demás tendremos que esperar a que el juego de oferta y demanda ayude a reducir el costo de taquilla. Pero si usted está dispuesto a pagar el precio y a esperar unos cuantos años más hasta que el viaje sea completamente seguro, nada debería impedirle entonces hacer realidad el sueño de ver desde el espacio y con ojos propios la esfera azul que habitamos.
Fotos:
© World View
© S-3 (Swiss Space System)
© Space X
© Virgin Galactic