Historia

Fósiles que develan nuestro pasado

Aunque originalmente fuera sólo un pedazo de hueso, hoy pesa tanto como una piedra. La razón es que son muchos los años que han pasado por esta pieza, reconstruida con goma escolar a partir de pedazos más pequeños, que fuera parte de la osamenta de un rinoceronte que caminó por Panamá hace millones de años. “Estos restos de la pata del rinoceronte se han fosilizado”, explica el geólogo y paleoecólogo Michael Kirby. “Por eso pesan tanto”.

Si bien es la pieza más grande, los restos de este gran mamífero no son lo único que Kirby tiene sobre su mesa de trabajo. En su laboratorio del Centro de Paleoecología y Arqueología Tropical del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, este investigador oriundo de Los Angeles, California, guarda otros tesoros: los dientes de un saíno, los huesos fosilizados de un caballo y de otro mamífero muy parecido a un venado, además de fósiles de tortugas, peces y cocodrilos. Todos tienen la misma edad: 16 millones de años.

Recogidas durante el último año y medio en el área del Corte Gaillard en el Canal de Panamá, específicamente en las formaciones de Culebra y Cucaracha, las piezas son casi más valiosas por la historia que cuentan que por su propia antigüedad. En este caso, el haber encontrado restos de mamíferos en una franja del Canal le han permitido a Kirby y a su equipo comprobar una teoría que se remonta a mediados del siglo pasado.

Durante la construcción de la vía interoceánica, e incluso muchos años después, los científicos que llegaron al Istmo no perdían oportunidad: mientras los biólogos y naturalistas se encargaban de estudiar la biodiversidad tropical, otro grupo de investigadores prestaba atención a lo que iba saliendo de las excavaciones. No pasó mucho tiempo antes de que geólogos y paleontólogos descubrieran que los 13 kilómetros que hay entre Pedro Miguel y Gamboa, las formaciones conocidas como Culebra, Cucaracha y La Boca, eran sedimentos ricos en fósiles.

Entre 1950 y 1960, el geólogo Robert Stewart, quien trabajaba para la Comisión del Canal de Panamá, y el paleontólogo Frank Whitmore, del Instituto Smithsonian de Washington, encontraron fósiles de mamíferos que ya se habían extinguido en el Istmo: cierta especie de perros, caballos, rinocerontes, oreodontos (pequeños animales herbívoros parecidos a los venados actuales), protocerátidos (mamífero parecido al antílope) y otros animales terrestres.

Para Stewart y Whitmore parecía estar claro que la presencia de estos fósiles –todos ellos de animales terrestres originarios de América del Norte y ninguno de América del Sur–, era la evidencia de que hace 16 millones de años Panamá formaba parte de una larga península que estaba conectada con el norte del continente, y que a su vez se encontraba separada de América del Sur por un amplio paso de agua. Así lo publicaron en la revista Science en 1965.

Sus propios hallazgos de fósiles de mamíferos en la sección de Cucaracha, que quedó expuesta tras las excavaciones que se realizaron para la construcción del nuevo Puente Centenario sobre el Canal, son, para Kirby, la prueba de que Stewart y Whitmore tenían razón.

“Apoyo la teoría hacia la cual los fósiles o rocas nos guíen”, dice Kirby. “Antes de empezar con este proyecto no tenía ninguna idea en particular. Sólo veo la evidencia, y la mejor evidencia para probar las hipótesis son los fósiles”.

Sin embargo, la teoría de que Panamá era parte de una península es, curiosamente, menos conocida que una segunda hipótesis que dice que el Istmo emergió del océano en forma de archipiélago. Lo que ocurre es que en geología, como en todas las ciencias, casi nada está escrito en piedra y todo es refutable.

Dos teorías
En esa mina de tesoros fósiles que resultó ser Corte Culebra y sus alrededores, los investigadores también han encontrado material de origen marino: algas, corales, moluscos, crustáceos y equinodermos. De hecho, este tipo de restos es mucho más abundante que los fósiles de animales terrestres.

Basado en la evidencia marina, hace algunos años el geólogo y ex subdirector del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, Anthony Coates, y su equipo publicaron la hipótesis de que el Istmo de Panamá emergió del océano hace 15 millones de años como un conjunto de islas que fueron extendiéndose hacia América del Sur, hasta que finalmente se convirtió en el puente que unió el norte con el sur y cerró el paso entre el océano Atlántico y el Pacífico.

“La interpretación de Anthony Coates y su equipo está basada principalmente en fósiles marinos”, dice Kirby. “Ellos no consideraron demasiado las evidencias de animales terrestres y desafortunadamente no tenemos en Panamá muchos sitios en los que se hayan descubierto este tipo de fósiles. El único es el de Corte Culebra”.

De acuerdo con Kirby, si el Canal no estuviera donde está hoy, no se sabría nada acerca de una segunda teoría y los científicos sólo tendrían evidencias del modelo del archipiélago. Sin embargo, los fósiles de los mamíferos apoyan la teoría de la península porque los caballos, los rinocerontes y los otros mamíferos terrestres sugieren una conexión muy fuerte con América del Norte. “Todos estos mamíferos provienen del Norte y de eso no hay ninguna duda. Las mismas especies que existieron aquí también existieron en Texas, en New Jersey, en California y en Florida”, asegura el geólogo.

Para Kirby, el hecho de haber encontrado por primera vez los dientes fosilizados de un saíno le dicen algo que antes de llegar a Panamá ni él ni nadie sabía: que hace 16 millones de años este mamífero también deambulaba por el Istmo. Antes de que Kirby encontrara esta prueba, el único fósil de saíno encontrado fuera de las fronteras de Estados Unidos fue desenterrado en el norte de México. Ahora pueden estar seguros de que estos animales caminaron bastante más hacia el sur.

Otra forma de probar si la teoría de la península es completamente cierta es comparar el cuerpo de los animales encontrados en Panamá, con la misma especie encontrada en el norte del continente. Si bien Kirby dice que en este aspecto el estudio tiene que ser aún más exhaustivo, por el momento los resultados están de su lado.

“Hoy, los caballos y los rinocerontes son excelentes nadadores. Así es que probablemente Panamá fue originalmente un archipiélago y había algunos mamíferos que eran capaces de cruzar de una isla a otra”, sugiere el investigador. “Sin embargo, si este hubiera sido el caso, habríamos encontrado también muestras de evolución, dado que cada vez que los grandes mamíferos se dispersan hacia las islas y se alejan de las poblaciones originales, evolucionan de una forma diferente”.

El tamaño de los animales se puede determinar a través de los dientes: en un cuerpo pequeño, los dientes son más pequeños que en un cuerpo grande. Así de sencillo. “Al mirar en los dientes que tenemos de las especies encontradas aquí, no vemos ninguna diferencia con el tamaño de las mismas especies encontradas en América del Norte”, asegura el geólogo.

Colisión en curso
Con sus investigaciones, Michael Kirby no sólo le ha dado un gran empujón a una teoría que había permanecido guardada por casi 40 años, sino que además agrega más piezas y, por lo tanto, más evidencias, a las colecciones de fósiles de mamíferos encontrados a lo largo del Canal.

Pero todavía queda una pregunta: Si Panamá no emergió del océano, ¿cómo surgió esa península de la que formaba parte? Kirby explica que el Istmo se formó a partir de una colisión entre dos placas tectónicas de gran tamaño. Esta colisión empezó hace más de 15 millones de años y 12 millones de años después Panamá terminó de formarse para convertirse en un puente de tierra entre norte y sur.

“Aunque parezca increíble, esa colisión sigue su curso”, asegura Kirby. “Por sistemas de medición a través de satélites, los geólogos encontraron que en un año la ciudad de Panamá y la ciudad de Bogotá se habían acercado dos centímetros. Lo que quiere decir que Centroamérica sigue acercándose a América del Sur”.

Anthony Coates ha apoyado la investigación de Michael Kirby. De hecho, en el Centro de Paleoecología y Arqueología Tropical, Michael Kirby trabaja detrás de una puerta que aún tiene colocado el rótulo con el nombre del ex subdirector del STRI.

“Anthony Coates está totalmente satisfecho con los resultados de este estudio”, dice Kirby. “Creo que para él es más importante saber cómo se formó el Istmo, cuándo se formó y cómo afectó la vida terrestre y marina, que saber exactamente cómo lucía hace 15 ó 16 millones de años”. Al fin y al cabo, la ciencia está hecha de continuas pujas que, en el fondo, lo único que hacen es enriquecerla.

“Mis conclusiones no son un ataque a la hipótesis del archipiélago”, asegura Kirby. “Sólo estoy interesado en resaltar que tenemos dos teorías, que hay una cantidad de información muy valiosa en Corte Culebra y que allí me gustaría hacer un tipo de análisis que no se ha hecho antes”. El tiempo, sin embargo, se le está agotando: su proyecto termina este mes de diciembre, pero él no oculta su deseo de continuar. “Ha sido un año muy productivo y todavía queda mucho por hacer. Esto es apenas una ventana a cómo era Panamá hace 16 millones años”.

Créditos fotográficos:
Fósiles con fondo oscuro: Carl Hansen, Smithsonian Institution
Otras: Gian Montufar, STRI.

Artículo anterior

Cuando las buenas intenciones sí cuentan

Próximo artículo

Cincuenta años al servicio de Panamá

Eva Aguilar

Eva Aguilar

Eva Aguilar es periodista y su especialidad es la divulgación científica. En Panamá trabajó en el diario La Prensa y en la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SENACYT). En los últimos diez años ha trabajado como colaboradora independiente para revistas y portales de internet de Panamá, España y el Reino Unido. Actualmente vive en Dundee (Escocia).