Cuerpo y Alma

Apagar el Blackberry el domingo

¿A quién se le habrá ocurrido aquella idea de “no llevar el trabajo para la casa”? Hoy parece más vigente que nunca, pero casi imposible. Actualmente, la gente lleva el trabajo para todos lados: a la casa, al carro, al médico, al supermercado, o hasta para la reunión con la maestra de su hija. Y aunque no lo quieran llevar, el trabajo los persigue… Con la llegada del teléfono celular, la computadora personal, el internet y, finalmente, el Blackberry, los límites entre casa y oficina se han vuelto cada vez más borrosos.

Aparentemente, todo este acceso a la información es una gran ventaja… Nos parece ideal poder conectarnos instantáneamente con la oficina y saber exactamente qué está pasando. Además, las reglas del mundo laboral así lo exigen… ¡comunicación en tiempo real! Ese parece ser el credo ejecutivo.

Ahora, visto con calma, ¿será tanto una ventaja como parece? Nuestro cerebro y nuestra mente necesitan espacios de sosiego, necesitamos un “desconecte” del trabajo. Nuestra familia necesita que estemos presentes allí con ellos; nuestra pareja necesita que apaguemos el celular y le prestemos atención cuando nos cuenta sobre su día.

Dice el sociólogo James Mcluhan que las sociedades del mundo se definen y se organizan por las tecnologías de que disponen, y de una manera más específica, por las tecnologías de comunicación que poseen. En ese sentido, vale preguntar: ¿cómo nos organiza a nosotros la tecnología de la información actual? Y, ¿cuáles son los espacios que nos quedan, ahora que –con la ayuda de la tecnología– el trabajo y las distracciones tecnológicas de todo tipo pueden entrar tan poderosamente a nuestro hogar? ¿Será que no se puede apagar el Blackberry el domingo?

Varias veces me ha tocado ver en la consulta a personas cuya vida marital colgaba de un hilo, entretenerse cuando el celular sonaba, en vez de concentrarse en entender lo que les aquejaba en su vida marital. He tenido que pedir en custodia los Blackberry y los Iphones de mis clientes… Cuando lo hago, no puedo evitar pensar en la paradoja del éxito laboral, y cómo mucha gente sube por la escalera de ese éxito, únicamente para descubrir que estaba reclinada sobre la pared equivocada.

Tiene que haber otro modo, otro credo, uno que te ayude a darte cuenta a qué le estás poniendo atención. Porque más tarde, sólo de eso recibirás en abundancia. Uno que te diga que debes cerrar la puerta para haber entrado de veras en tu casa; que te diga, finalmente, que no se puede adorar a dos señores. O, por lo menos, “no a la vez”… El budismo Zen y la Biblia parecen coincidir en esto: el Zen nos recuerda la importancia de estar “despiertos” en el momento presente: “Cuando estás comiendo… come; cuando estás conversando… conversa”. La Biblia nos dice que “para cada cosa hay un momento”.

Quizás podamos hacer varias cosas sencillas para controlar la tecnología de la información en nuestra vida privada:

  • Apagar el televisor un par de noches por semana en la casa.
  • No contestar el celular cuando estás en un almuerzo con tu cónyuge.
  • Involucrarte con tus hijos cuando usan internet, por ejemplo, escuchando la nueva canción o viendo con ellos el video que bajaron de la web.
  • No llevar la computadora cuando te vas de fin de semana con tu familia.
  • No revisar el correo electrónico el domingo.

Ahora, finalmente, empiezo a entender la prohibición del “sabbath” judío de no montarse en un carro el sábado, o no usar un elevador. Antes, cuando no la comprendía, no habían llegado al mercado las Blackberrys, ni las MacBook, y la tecnología de la información no se había metido por debajo de la puerta de nuestra recámara

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Autores invitados

Carlos A. Leiro P.